¿Estimular, sobreestimular o respetar a los niños?

¿Estimular al niño, sobreestimularlo o respetar su proceso?

La libertad de dejarlos explorar y a la vez respetar los tiempos de desarrollo son fundamentales para que un niño crezca de forma saludable.

Como decía Montessori (en Velasco, 2010), cada niño es único y necesita libertad para crecer y explorar el mundo por sí mismo porque sólo de esta forma estaremos educando a los futuros hombres. Asimismo, según Steiner, es fundamental respetar los tiempos de maduración de los niños. Las edades en las que se adquieren las nuevas aptitudes de andar, hablar y pensar pueden variar; no es necesario que los padres se inquieten por ciertos retrasos. Solamente si la sucesión de estos acontecimientos no es la correcta, se ha de poner atención (Carlgren, 1989).

niña con gafas

Hay una fuerte tendencia a no respetar los tiempos de maduración y del sosiego necesario que los niños y niñas necesitan para crecer con bienestar y salud y para aprender con pasión y placer (Hoyuelos, 2009). Siguiendo esa línea, la pedagogía Waldorf considera que muchas de las cosas agradables y graciosas con las que les entretenemos tienen como meta consciente o inconsciente, influenciar en una determinada dirección los procesos de aprendizaje de los pequeños. Por ejemplo, extendemos nuestras manos hacia ellos y les ayudamos a sentarse y a ponerse de pie. Si esto sucede antes de que los huesos del niño estén lo suficientemente desarrollados para soportar estos esfuerzos, puede ocasionarle daños en los huesos y la espalda. De ese modo, lo que hacemos en realidad es entorpecer el desarrollo de los niños (Carlgren, 1989).

Por ello, es fundamental saber que el andar, hablar y pensar nacen uno del otro. En ese sentido, los padres tienen que entender que la adquisición de dichas capacidades requieren un gran esfuerzo, dado que primero ha de levantar la cabeza y andar a gatas, para luego sentarse y mantenerse de pie, antes de aprender de nuevo el arte de mover hacia delante los pies apoyados en el suelo (Carlgren, 1989). Es decir, el niño gateará antes de aprender a hablar o andar, dado que el gatear le permitirá fortalecer la espalda para la siguiente postura de andar, y así, logrará en un futuro una postura adecuada para leer y escribir.

educacion niños

Entonces, los procesos mencionados tienen que seguir sus tiempos y no debemos pretender de manera consciente o inconsciente forzarlos ni sobreestimularlos, dado que el adelantar o saltar los procesos, y sus respectivos tiempos puede ser perjudicial para los niños.  Así, podemos ver en clase muchos niños con problemas de lectura, escritura, entre otras; y todo ello, muchas veces tiene como raíz el haber saltado los procesos respectivos de maduración y desarrollo.

Es importante evitar la visión sólo instrumental de la infancia, en la que se trata de adiestrar a los niños para que anden, gateen, escriban, hablen antes de la edad que les corresponde. Contrario a ello, los padres deben respetar el proceso natural de cada niño y entender que cada niño es único, por lo que los tiempos variarán de un niño a otro.

Según lo expuesto, los padres y maestros deben tener en cuenta que los niños no se desarrollan al mismo ritmo todos por igual, siendo así cada niño único, y en ese sentido, se deben respetar los tiempos de cada niño por individual, y no pretender que estén al mismo ritmo que sus iguales o del grupo. Así, que no os preocupéis si vuestros hijos no han logrado al mismo ritmo o tiempo los procesos de gatear, andar, hablar y leer que sus iguales, puesto que cada niño tiene su ritmo.

¿Has comparado alguna vez los logros de tu hijo/sobrino/nieto con el del vecino o amigo?

Pues si vuestro niño logró antes algunas cosas y en otras tardó, ya sabéis la razón: ¡¡CADA NIÑO TIENE SU RITMO!!

Referencias

Carlgren, F. (1989). Pedagogía Waldorf: Una educación hacia la libertad. Madrid: Editorial Rudolf Steiner.

Hoyuelos, A. (2009). Ir y descender a y desde Reggio Emilia, CEE Participación Educativa, 12, 171-181.

Velasco, R. (2010). Método Montessori, Revista digital para profesionales de la enseñanza, 6, 20-40.

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